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Real Madrid: El Gato | Marca

Es una burla del destino que alguien apodado El Gato se nos haya ido vctima de la enfermedad ms cruel con el movimiento humano. Miguel ngel Gonzlez Surez, El Gato, falleci a consecuencia de la ELA que padeca desde hace aos. Su imaginacin le dara para volar de palo a palo en su cruel postracin porque Miguel ngel conceba el puesto de portero desde lo imposible.
Guardameta pequeo, pl

stico, gil, rpido, dinmico y proactivo, tena que suplir con

cualidades felinas su falta de presencia bajo palos. Era tan abrumadoramente gatuno

que nadie ech en falta unos pocos centmetros de ms que le hubieran hecho ms fcil el oficio.
Al contrario, su estilo le convirti en un portero espectacular, de paradas milagrosas.

Suya es la atajada ms elstica de la historia, en el Mundial de Argentina

. Al tiro del austriaco Kreuz respondi, virtualmente, como un muelle, llevando la goma por todo su cuerpo desde las piernas hasta los guantes, en un escorzo imposible.

Si hay paradas que marcan la firma de un portero, la de aquella tarde en el estadio Jos Amalfitani define lo que era Miguel ngel

. Plazas y descampados de Espaa se llenaron de porterillos queriendo ser El Gato. O ‘Resorte’ Miguel ngel, cmo le apodaba el inolvidable Hctor del Mar.

Detrs del guardameta se esconda una persona excepcional. Austero pero afable, buen compaero

en una poca en la que los porteros no rotaban y quien empezaba a jugar en septiembre no soltaba la portera hasta junio. Miguel ngel altern periodos de ostracismo, sin una mala cara, con una titularidad de la que nunca presumi. Siempre estuvo a disposicin de su portero suplente cuando l fue titular o del principal cuando le toc estar en el banquillo.

Agustn o Garca Remn son testigos de una manera personalsima de entender el puesto y el compaerismo como el que tena Miguel ngel

.
Sus costumbres sencillas y su alto sentido del deber

le granjearon la admiracin en un vestuario donde vio pasar varias generaciones de futbolistas hasta ser uno de los padrinos de la Quinta del Buitre

, que le respet como lo que era: un lder silencioso, un veterano de primera y un porterazo.
Atrs quedan pequeas ancdotas que muestran su singular manera de ser.

Los das de partido apenas coma. Resolva el trmite con un poco de queso, para alarma del doctor Herrador o del doctor Cadenas

incapaces de hacerle tragar algo de pasta y carne. Con un poco de queso y fruta, volaba de palo a palo.
Ya retirado, disfrutaba de los entrenamientos con los de veteranos a los que sacaba una enorme ventaja:

an con cuarenta o cincuenta aos, segua siendo un muelle

, un portero dificilsimo de batir en aquellos partidillos a muerte, a la hora de comer, en la vieja Ciudad Deportiva.
Fue director de ese santuario blanco y llev su labor al extremo. Todo estaba impecable con Miguel ngel al mando.

No le importaba despegar un chicle de la acera con sus propias uas

o recoger un papel fuera de sitio. No mandaba hacerlo. Lo haca l. Bromeaba con el mtico Jess Hurtado, que encenda las calderas cada maana, llamaba por su nombre a los jardineros y al empleado que levantaba la barrera.

Y le compraba lotera a El Platanito, viejo torero que se acercaba al vestuario, solo por echarle una mano

.
En sus ltimos meses, postrado en su domicilio, mantuvo contactos con sus compaeros de siempre.

An en su inmovilidad, todos le seguan llamando Gato. Si hay un cielo para los porteros, Miguel ngel habr llegado de un salto

.
A quienes le tuvimos en cromos y le conocimos despus se nos ha quedado la portera vaca.

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