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El antidopaje español ya puede ir buscando una nueva cabeza. José Luis Terreros, el director de la Agencia Española de la lucha contra el dopaje (CELAD), no llegará a finales de enero. O dimite antes, lo que le pide el cuerpo, o lo cesará el Consejo Rector encabezado por el secretario de Estado para el Deporte, José Manuel Rodríguez Uribes.
Sin ninguna acción delictiva por ahora, que seguramente no la habrá, la falta de apoyo de la Agencia Mundial Antidopaje en la defensa de su actuación hace insostenible su continuidad. No hay que esperar a lo que dictamine Fiscalía o un juez. Ya está sentenciado. A la falta del apoyo de Uribes, que el jueves en El País, sin atender sus explicaciones, ya veía “indicios de delito”, se ha unido la condena de Witold Banka, el presidente de la Agencia Mundial Antidopaje en el durísimo comunicado que circula por todas partes.
La cúpula del Antidopaje mundial se cobra así una de las piezas que más le ha incomodado en los últimos meses. Con el pasado que azota al deporte español con los asuntos del dopaje -bien merecido- erigirse en gallito fue una torpeza por parte de Terreros, que muchas veces ha pisado un terreno pantanoso haciendo recomendaciones que incomodaban en Montreal, contradiciendo a Banka -un tipo orgulloso- y afeando despidos que eran batallas quijotescas. O criticar el control y la financiación de la AMA. Da igual que enseñe correos en los que él conminó a la Agencia Mundial a transferir los tres pasaportes biológicos bloqueados desde 2019 por la resolución del TAD a las federaciones internacionales de Atletismo y Ciclismo (dos ciclistas que jamás han corrido el Tour), a los que pertenecen los casos. En el relato mundial, que tiene más altavoces, predominará que fue la AMA la que arrebató esos casos a España para darles salida. Lo tendrá que digerir en silencio. Esas son las reglas del juego.
Se han hecho cosas mal -y algunas bien-, en este periodo en la CELAD. Entre las cosas que se pueden afear es trabajar endogámicamente sin escuchar voces críticas que desde fuera se ofrecieron a mejorar el sistema de forma desinteresada. Ha habido negligencia en episodios, pues el querer hacer no se ha correspondido siempre con el saber hacer. El estado de digitalización de la CELAD, entre otras cosas, es lamentable. No se puede pedir la excelencia en el cumplimiento a los deportistas cuando los solicitantes no la tienen.
El movimiento nacional, en el que hay muchas imprecisiones y venganzas en las informaciones, ha empujado a Terreros hasta el quicio de la ventana, pero ha sido el pulgar hacia abajo de Banka el que le cortará la cabeza. Después de la Operación Puerto y la Operación Galgo, las dos mayores manchas de la historia del deporte español y que serán indelebles durante décadas, cualquier cosa por mínima que sea es un marrón para el país y más difícil de explicar que aparecer hoy en la lista Epstein.
El resultado final es lamentable para el deporte español. Desde luego que este país no es Rusia, pero en muchos pensamientos queda esa sensación. A la persona que le ofrezca ser el sucesor de Terreros debe pensárselo dos veces. Igual que no hay conciencia de los gestos racistas que suceden con periodicidad, no la hay tampoco para entender que en los asuntos de dopaje, no se puede levantar ni el dedo. Han pasado casi dos años de aquel episodio que llevó a los titulares a Eufemiano Fuentes y puso en un brete a todo el deporte español y, aunque se ha limpiado algo el panorama, la sensación que le queda al persona es que nada ha avanzado. Y en esto del dopaje es tan importante la opinión pública como la científica o la policial. Y en eso seguimos en bragas.
